El día martes, a las 2.30 am, una columna del clan Quispe Palomino ataco a una base militar en kepashiato, ubicado en el kilómetro progresivo (KP) 150, que dejo un soldado herido. Según el comunicado del Comando Conjunto, esta base daba “seguridad” al mantenimiento del gaseoducto de Camisea. ¿Qué significa este segundo ataque a los militares, en menos de dos meses?
Una primera lectura es que la organización armada de “José” está golpeando objetivos policiales y militares, en circunstancias que la inteligencia ha perdido la eficacia que tuvo entre fines de 2012 y el año 2013. Y, por otro lado, que se trata del segundo ataque a una base militar post caída de Alipio y Gabriel. El anterior ocurrió a fines del mes de febrero del año pasado y tuvo como saldo un militar caído.
Pero, esas constataciones no nos dan una lectura de conjunto de lo que está ocurriendo dentro y fuera del VRAEM. ¿Qué significa que, luego del más durísimo golpe que ha recibido el clan Quispe Palomino, haya retomado la iniciativa? La respuesta es la siguiente: lo que se está viviendo en el VRAEM, es decir en la franja ayacuchana, la parte de Junín y del Cusco, es una narcoguerra por el control de la cocaína que produce el VRAEM.
No es, como muchos creen, la continuación de la “guerra popular (¿democrática?)” que SL inicio el 17 de mayo de 1980. Esa guerra termino a fines de 1992 y, sus estertores llegaron hasta mediados de 1999. Ahí se acabó esa guerra. La guerra o narcoguerra actual empezó –grávense en la mente- el 5 de diciembre de 2005, cuando una columna del clan Quispe Palomino embosco a un convoy policial, dejando como saldo 5 policías muertos.
Mientras no se acepte la naturaleza del nuevo conflicto armado seguirán los ataques a policías y bases militares, no a las empresas, ubicados –esto es una vergüenza- en los campamentos de las empresas del consorcio Camisea. No dejemos que sigan muriendo e hiriendo a más soldados aplicando una estrategia militar antiterrorista, donde no hay terroristas. No fuercen sus ojos para ver “terroristas” o “senderistas”, donde hoy solo hay narcotraficantes.
Invoco a cambiar la estrategia militar antiterrorista actual por una estrategia integral de lucha contra el narcotráfico, el principal enemigo del Estado, la seguridad y el desarrollo nacional. Señor Ollanta Humala haga ese cambio en memoria de los más de 70 soldados muertos desde el mes de junio de 2008 hasta la actualidad. También, por los más de 65 policías asesinados en emboscadas en ese mismo periodo. Y, un poco más de 30 víctimas civiles que son el daño “colateral” de esta nueva guerra. De hacer ese cambio, habrá más víctimas.
¿Por qué? Porque quien ha emboscado o atacado las últimas tres veces es una estructura armada del narcotráfico. Además, de las múltiples emboscadas a policías y patrullas militares del periodo 2005-2012. No seamos insensibles. No prosigan con una estrategia que no ha dado resultados. Lo que hay que rescatar de lo que se ha hecho es el trabajo de inteligencia del 2012 y 2013, articulándolo a una estrategia integral de combate contra el narcotráfico.
Y, a quienes creían que el “Manual del combatiente del heroico y militarizado Partido Comunista del Perú”, implicaría que la organización liderada por “José” regresaba a las “viejas prácticas” que caracterizo a SL (aniquilamiento selectivo y sabotaje), se equivocaron. El mentís a eso ocurrió a los pocos días que salió ese “manual”: un grupo de hombres del clan Quispe Palomino ataco y se enfrentó con militares, por una narcoavioneta que había sido intervenida por la policía en Llochegua.
No sigamos por un camino equivocado. La experiencia ha demostrado que el problema principal actual del Perú es el narcotráfico, no el terrorismo inexistente y metafísico de las FFAA. ( Jaime Antezana Rivera )
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